El calor y el verano cambian nuestra fisiología y también el tipo de alimentos que esta admite. Las jornadas, por el mayor número de horas de sol, se hacen más largas, el sol y el calor nos invitan a pasar más horas fuera de casa y gustamos de otro tipo de comidas más ligeras, más ricas en agua y de fácil digestión.
Con un simple vistazo a los alimentos que consumimos en verano nos damos cuenta que los grupos de alimentos con los que nos nutrimos son diferentes de los de otras épocas de año: bebemos muchos más líquidos, comemos más frutas y verduras y los platos de temporada son de más sencilla factura y son más fáciles de digerir.
Las ensaladas se convierten en el plato estrella de esta época del año. Aunque las ensaladas tienen fama de ser un plato sencillo, nutritivo y que colabora con nuestra salud, la realidad es que hay tipos de ensaladas que pueden llegar a ser complejísimas de elaborar. La ensalada se puede tomar templada o fría y se pueden aderezar con verduras, frutas, legumbres o escabeches.
Las sopas frías también son un elemento muy válido para alimentarse, lograr bienestar e hidratarse al mismo tiempo. En nuestro país la sopa fría por antonomasia es el gazpacho que según la zona de la geografía española en la que nos encontremos se prepara de manera diferente. Otro tipo de sopas que son también específicas para esta época del año son la vichysoise, crema de champiñones o de calabacín.
Por último un plato que no puede faltar en la dieta veraniega son las verduras y carnes a la barbacoa. Este tipo de platos, además, llaman a la organización de actos sociales – ya sea en el campo , la piscina o la playa – a su alrededor de la barbacoa dónde se cocinan los alimentos.
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